Basta ya de más preámbulos. En SQLP hemos contado con el relato en primicia del protagonista de esta historia, nuestro ‘superhéroe de todo a cien’, AlbertoEpic. Te dejamos a continuación con sus declaraciones:

5am: Apago el despertador en Benasque. Nunca es una buena hora para despertarse, pero la determinación de levantarme y empezar a ‘funcionar’ me domina. Comienza el día que llevo madurando en mi cabeza, consciente o inconscientemente, durante casi 3 años…

Oigo ruidos. Mis amigos Jorge y Alberto están preparándose también. Todo el mundo sabe lo que tiene que hacer, nos movemos mecánicamente y sin hablar, como zombies. Como mucho, un gruñido-carraspeo emitido a través media sonrisa, que un filólogo descifraría como ‘¡buenos días!’.

6:15am: Me despido de Alberto y Jorge, y comienzo a pedalear desde el Vado del Hospital de Benasque. Ellos suben con esquís de travesía, por lo que nuestro ritmo será muy dispar: al principio, recorriendo el fondo de los valles hasta situarnos bajo la cima, yo podre ir pedaleando y más rápido que ellos. Luego, cuando tenga que subir a pie porteando la bici, ellos serán más eficientes. Para no perder el contacto seguimos comunicados vía walkie-talkies.

Hace una noche perfecta, fría, subo pedaleando tranquilo a la luz de la luna llena.

6:50am: Comunico por walkie con mis compañeros. He parado en La Besurta para ponerme las polainas. Tengo dudas. No sé si hoy podrá ser el día. Las buenas condiciones de la última vez han desaparecido. Hay demasiada nieve fresca acumulada. Bueno, iremos viendo…

8am: estoy a mitad del valle de Barrancs. Sigo forzando tramos pedaleando, pero esto ya no tiene ningún sentido. Si continúo haciendo esfuerzos máximos así, no llego ni al punto más alto alcanzado la semana pasada. Decido parar y ‘cambiar el chip’: cambio bici por crampones y bastón.

8:40am: me falta poco para llegar a la cota 2.300m, alcanzada la semana pasada. Me pillan Alberto y Jorge, que suben hablando tranquilamente mientras yo voy callado, concentrado en enlazar un paso con el siguiente en esta nieve profunda. No lo puedo creer: la semana pasada veía el Aneto a mi alcance, tan fácil… y ahora no voy a ser capaz ni de llegar hasta donde entonces? Les comento mis dudas, tal vez hoy no sea el día… pero bueno, en el fondo sólo llevamos 20min de retraso sobre el horario planificado. Tengo que seguir, los últimos momentos en penumbra siempre se me hacen duros, yo ‘funciono’ con energía solar.

Comenzada la ascensión directa hacia el Aneto, el sol nos alcanza. Parada rápida a poner crema y quitar algo de ropa. Como siempre, al sol me invade una nueva oleada de optimismo. Recupero fuerzas, y tomo un ritmo suave pero constante, algo difícil en una nieve cada vez más profunda. En mis planes, había dividido la jornada en tres segmentos diferenciados:

1.- Tramo de ascensión de pedaleo, desde el coche hasta la cota 2.300m bajo el Aneto.

2.- Porteo de la bici, cota 2.300m hasta la cima.

3.- Descenso desde el Aneto hasta el coche.

Ya he superado la primera parte, que consideraba un mero trámite, y ahora estoy en el ‘meollo’ del asunto. Aunque las condiciones son malas, sé que es aquí donde tengo que darlo todo. En el momento que decida abandonar, descargo la bici, me quito los crampones, guardo el bastón,… y llego al coche montado en la bici en menos de 1h. Y sin duda con una sonrisa de oreja a oreja, mi máquina de hacer felicidad no falla nunca!!!

Como tengo más moral que el Alcoyano, evito pensamientos negativos sobre el estado de la nieve y lo deprimente de mi ritmo de progresión, y continúo para arriba con el piloto automático. Quedan muchas horas de luz todavía, ya habrá tiempo de pensar hasta dónde llegamos. Voy buscando las placas de nieve algo más consistente, donde sólo me hundo 40cm y soy capaz de ganar altura a 600m/h. El problema es entre esas zonas favorables, que tengo que atravesar otras donde mi ritmo decae a 300m/h.

Curiosidades de la física: yo ya sabía que cuando viajas en avión facturando tu bicicleta, te aconsejan desinflar las ruedas. Por los cambios de presión y eso… La verdad es que siempre lo había hecho, pero de manera inconsciente, sin darle importancia. Pero en esta aventura me he dado cuenta de lo realmente exagerado que es el cambio de presión en las ruedas de la fatbike: rodando sobre nieve, para tener mejor flotabilidad a la vez que agarre, suelo llevar los neumáticos a una presión de alrededor de 0,5bar.

Pues bien, sobre la cota 2.700m, se me ocurre hacer el gesto involuntario que tenemos todos los ciclistas de presionar la rueda con el pulgar para comprobar la presión… y menudo susto: ¿Pero qué ha pasado aquí, quién me ha hinchado la rueda?!!! Ah, claro, es verdad, la altitud, menos presión afuera… el caso es que llevo las ruedas que parece que van a reventar. Me detengo un momento y las desinflo a la presión correcta (En la cima, antes de bajar, tendré que repetir la operación)

11am: al final va a ser que el tal Alcoyano tenia más moral que yo… Llevo ya un rato desnivelando a 100m/h. Aquello de las placas de nieve favorables ya es historia. Cargo la bici y me obligo a dar 10 pasos seguidos antes de descansar. A veces lo consigo y continúo un poco más. Otras veces ni llego, antes del décimo paso me hundo hasta la rodilla, en la zancada para intentar salir me hundo todavía más, y al final termino inmóvil con la nieve hasta la cintura. Me descargo la bici y la echo en la nieve medio metro más arriba. Con 12kg menos, es más fácil salir del agujero ‘haciendo la croqueta’.

Estoy sentado en la nieve, rendido, al lado de la bici. Es la enésima vez que me hundo en la nieve sin remisión. Desesperado. Ya he probado a subir la bici de todas las formas que se me han ocurrido: empujando, sobre una rueda, sobre la otra, en brazos, al hombro, en la mochila, por la huella de los esquís, por fuera,… No hay una forma mejor que la otra. Las voy alternando por variar, pero todas acaban igual: con mi cuerpo dolorido, y atascado en nieve profunda. Ya he probado a caminar erguido, distribuyendo el peso entre la bici y mis pies, entre bici, pies y bastón, entre bici, rodillas y bastón horizontal,… pero no hay fórmula mágica.

Me asaltaría la típica pregunta de ‘qué diablos hago aquí?’, pero… menuda tontería, lo tengo muy claro! Llevo 3 años ansiando este día. Todo es perfecto… menos las condiciones de la nieve. La meteo es perfecta, mi rodilla infiltrada, que tan mal me lo ha hecho pasar los anteriores meses, por fin funciona (¿Hasta cuándo? Glups!),…

Todavía no salgo de mi último agujero. Antes me quedo observando a mis compañeros: les admiro, son unos fenómenos. Podrían llevar en la cima ya más de una hora, pero allí están, esperándome. No quiero ni pensar lo que comentarán entre ellos, cuando me esperan algo más arriba: ‘a este ritmo no llega ni de casualidad. ¿Cuándo se rendirá?’. 

Sin embargo, durante toda la subida sólo he recibido palabras de ánimo que me han reconfortado. Cuántas veces he llegado hasta ellos con la idea de decirles ‘llego hasta el collado de Coronas y media vuelta, con estas condiciones esto es un infierno!’. Pero antes de eso, un ‘estoy petao’, unas risas y sus ánimos me devuelven la motivación.

Tengo que levantarme y seguir. Darme la vuelta ahora sería llegar a comer a casa, y pensar si no habría podido llegar realmente, con todo el día por delante.

0:50pm: llego por fin al punto donde me esperan plácidamente mis compañeros, a la altura del collado de Coronas. Se mantienen neutros, a la expectativa. La última hora me han visto sufrir mucho… Y también sufro por ellos, sé que igual de cansado es ir por encima de tu ritmo normal, que por debajo. Con tanta parada tienen que estar hartos de mi… pero todo son buenas palabras. Veo que Jorge se entretiene en ir sacándome fotos y hacer difusión de las mismas entre mis amigos. Hay mucha gente pendiente de mis progresos por allá abajo…

Dejo caer la bici, me quito la mochila y me siento encima. Necesito hacer aquí una parada ‘larga’. No quiero pensar en nada todavía, primero bebo y me como un plátano. Es la primera parada real desde las 6:15am. Mientras, Jorge me lee algunos mensajes y echamos unas risas. Después de esta desconexión momentánea en la que libero tensión, la sensación de impotencia que tenía al llegar desaparece. He pasado el punto de no retorno: darse la vuelta ahora sería echar por tierra todo el sacrificio realizado hasta ahora, y eso ya no me compensa. Voy a sufrir más por el arrepentimiento si me doy la vuelta aquí, que lo que pueda sufrir para subir lo que me queda hasta la cima.

Así que aquí voy a incumplir uno de mis principios antes de la aventura: “si las condiciones no son buenas para poder bajar montado desde arriba, es tontería subir la bici”. Evidentemente las condiciones no están como para bajar en bici desde la cima. Pero me da igual. Ya que estoy aquí… Seguimos! Cargo la bici y adelante.

La parada me ha sentado muy bien. Los primeros metros, rodeando la punta Abadías, soy capaz de subir mínimamente fluido y mantengo a la vista a Jorge y Alberto. Las condiciones de la nieve se han mantenido algo mejor en esta zona tan ‘ventilada’… Pero enseguida regresan los fantasmas. Vuelve a costarme demasiado trabajo avanzar. Ya no me quedan fuerzas, pero sé que lo voy a conseguir y no me agobio. Me tomo todo el tiempo del mundo en los descansos, volviendo la vista atrás y estudiando las posibles trazadas para el descenso.

Imagino que Jorge y Alberto me están esperando en el paso de Mahoma. Espero que no se preocupen por mi. Estoy muy cerca en distancia, pero una leve ondulación de la montaña me mantiene oculto de ellos. Calculo que me faltará una media hora para llegar. De repente aparecen por detrás una pareja de ‘traveseros’. Ella, la ilustre Marta Riba, alucina con lo que ve y me anima un montón. Me graba en vídeo, obligándome a caminar sin parar más pasos de los que debería… Están muy fuertes, tal y como han aparecido por debajo, desaparecen por arriba.

Sigo fuera del campo de visión de todos. Empiezo a sentirme muy feliz, a saborear la soledad del momento… esto ya no se me escapa! Me da tiempo a hacerme muchas preguntas. Una que sé que muchos me harán: ¿por qué lo haces?¿qué quieres demostrar? La respuesta es muy sosa, la verdad. No pretendo demostrar nada a nadie. Pienso que si alguien quiere demostrar su fortaleza, para eso están las competiciones de cualquier tipo, donde medirse con otros en igualdad de condiciones. Ya me gustaría a mi ser feliz levantándome tarde, saliendo de casa a por un croissant, el periódico, y disfrutar de un día tranquilo en casita… Pero no! Para mi desgracia, si quiero sentirme bien conmigo mismo necesito llevar a cabo mis ‘chorradicas’, cumplir mis retos deportivos, hacer realidad mis ‘excentricidades’.

2:45pm: por fin! Llego a la antecima, donde comienza el paso de Mahoma. Aquí voy a incumplir otro de mis principios antes de comenzar: “no veo ningún sentido al hecho de pasar con la bici el Paso de Mahoma, sólo por la foto con la cruz. Para mi tiene el mismo valor una foto en la cruz con la bici que con una lavadora. Para mi sólo es importante el hecho de descender montado desde el otro lado del Paso de Mahoma”

En el Aneto ya he estado muchas veces, mi intención es prepararme e iniciar el descenso desde allí. Pero Alberto lo tiene clarísimo: la foto ha de ser con la cruz. Se carga la bici en la mochila, y comienza a cruzar el afilado tramo que nos separa de la cumbre. Yo le sigo detrás, para ayudarlo si le molesta la bici en algún paso. Alberto Herrerías es un alpinista confirmado, y va igual de suelto por las crestas que por el pasillo de su casa.

2:55pm – Por fin estamos en la cima, sacando las fotos de la bici apoyada en la cruz, como quería Alberto (Gracias!). Soy consciente de que, si no se demuestra lo contrario, es la primera vez en la historia que una bicicleta está aquí arriba. Lo más parecido fue la historia aquella de la moto vespino que subieron a piezas los de Benasque
Para mi, lo que he hecho no tiene ningún valor especial. Miento, para mí es muy importante, son mis ‘chorradicas’, pero no espero que nadie me de importancia por ello. Pienso que cualquier autónomo hace más esfuerzos que yo a diario para mantener a flote su empresa; yo simplemente he arrastrado hasta aquí arriba un cacho de carbono con dos ruedas gordas durante unas horas, y encima luego me lo voy a pasar ‘pipa’ bajando!

3:40pm – Hemos vuelto a cruzar de bajada el Paso de Mahoma. La fatbike y yo estamos ya configurados en ‘modo descenso’. En todo momento he sido consciente de que, vistas las condiciones, arriesgar aquí es hacer el tonto. Una caída supondría deslizarse sin control hasta unos 500m de desnivel más abajo, atravesando por el camino varios campos de rocas. A nadie le hace ilusión eso.

Para bajar en bici, necesito quitarme los crampones. Así puedo apoyar la bota cómodamente en los pedales, y además evito el peligro de destrozar el cuadro de carbono de la fatbike o abrir en canal una rueda con las puntas de los mismos. A cambio, obtengo una inquietante sensación de inestabilidad al resbalar sobre la nieve helada… Por si acaso, llevo el piolet a mano, pasado entre la espalda y la mochila, con la cinta del mismo preparada a modo de ‘anilla de paracaídas’: si me caigo, me olvido de la bici, tiro de la ‘anilla’, cojo el piolet e intento detenerme antes de llegar al primer campo de rocas. Facil, no? Bufff, prefiero no arriesgar.

Esta era la foto que yo quería… Primer punto ciclable de la bajada!

Arranco desde el extremo del Paso de Mahoma, avanzo unos metros… y enseguida paro. Necesito bajar caminando este primer resalte tan helado. Vuelvo a montar y con precaución desciendo toda la siguiente parte, hasta las proximidades de la punta Oliveras. 

Allí de nuevo la prudencia me hace perder altura a pie las pendientes más pronunciadas hacia el collado (50º, según mi reloj). Luego ya estoy fuera de la zona de peligro, sé que acabaré cayendo, pero ya no hay rocas y la nieve polvo sobre el hielo será como un colchón. Olvido ir hacia el collado, tomo la línea de máxima pendiente… y comienza la diversión!

Vamos parando a tramos, hay que guardar constancia de todo esto y mis amigos me van filmando durante la bajada. Los miro con cierta envidia, tienen unas condiciones fabulosas para bajar esquiando. Yo hago lo que puedo, pero la ‘afanación’ me hace soltar frenos, coger demasiada velocidad hasta que un resbalón en el hielo oculto bajo la nieve me hace perder el control y en un instante estoy sentado en el suelo, rebozado de nieve cual croqueta.

En el descenso, gran error mío, rompo el tercero de mis principios antes de comenzar: “Trazaré la subida por el itinerario optimo de bajada. Así podré bajar todo montado”

Pero claro, a la bajada, con todo el frenesí… nos ‘corta el rollo’ hacer un breve flanqueo a la derecha y nos tiramos como locos para abajo. Esto nos lleva a otra zona más pendiente, con un tubo por el que bajan todos los esquiadores que ni siquiera intento bajar montado. Bajo apoyado en la bici, dejándome resbalar sobre las botas, que dejan al descubierto una base de hielo azul…

4:35pm – Llegamos a la cota 2.300m, al valle de Barrancs. Ufff, por fin. Voy reventado. Ya no intento no caerme, voy bajando y ante cualquier extraño de la bici, en lugar de rectificar, aprovecho para dejarme caer y descansar unos momentos tumbado en la nieve. Hace un rato he tenido que parar a inflar las ruedas de la bici, que al perder altura estaban ya totalmente desinfladas… Les he puesto mas presión de la ideal, con intención de poder llegar así hasta el coche sin necesidad de parar otra vez.

Como dicen por ahí, ahora ‘ya está todo el pescado vendido’! Nos volvemos a dividir en dos equipos: esquís por un lado, y fatbike por otro. Llevan todo el día esperándome, ahora me tocará esperar a mi. Llegar hasta el Plan de Aigualluts todavía requiere algo de esfuerzo. De allí a La Besurta, sólo algo de atención y mucha diversión. Y cuando las ruedas tocan la pista de esquí de fondo… uno ya empieza a pensar en el plato combinado que se pedirá en Benasque!

5:35pm – Llego al parking del Vado del Hospital del Benasque. He cumplido un sueño. Debería dar saltos de alegría, pero mejor se sentaré a respirar. Jorge ha seguido ‘retransmitiendo’ la aventura, y sé que tengo un montón de mensajes por responder, pero estoy rendido. Y la verdad, no creo que sea para tanto. Aquí cada uno con sus ‘chorradicas’. Esto simplemente ha sido otra de mis ‘excentricidades’.

A veces me doy miedo. Espero que la siguiente chorrada que se me pase por la cabeza no termine conmigo, porque esta casi lo consigue. Pienso que todo el mundo necesita marcarse metas, objetivos, para vivir con un rumbo determinado. Correr una maratón en menos de 4h, terminar una 10k, adelgazar 5kg, apuntarse al gimnasio, cultivar un huerto, aprender papiroflexia, compartir con tu hijo tus aficiones, aprender fotografía, coleccionar sellos,… Nunca pierdas la ilusión!

La ilusión de estar allá arriba con mi fatbike se ha mantenido viva en mi cabeza durante 3 años. Qué emoción, cuál será la siguiente? De momento no diré nada, porque ‘con la técnica de no contarle a nadie mis proyectos y planes hasta materializarlos, he logrado fracasar sin que nadie se entere’. 😉